Un desasosiego, una vertiginosa
inquietud allí comenzó
a tomarlo por asalto.
En varias direcciones,
febriles iban y venían sus miradas.
Subía y bajaba la cabeza, expectante.
Era como si esperara alguna cosa
que iba a desaparecer entre los aires.
No se sabe.
Un algo fatal e inevitable
Una cosa obstinada y obsesiva.
Allí esperaba. Fuera de sí esperaba.
La atmósfera se hacía sofocante.
Desvariaba.
Delante de sus ojos
desfilaban rostros sin nombre,
figuras torturadas.
Se estrechaban las paredes de su cuarto.
Se cerraban contra él.
Lo reducían hasta casi desaparecerlo.
Los techos también comenzaban a bajar.
Amenazantes.
Bajaban hasta el centro del suelo.
Lo aplanaban.
Ya nada quedaba de su vida.
Era su propia nada.
En su grieta irrisoria,
ovillado,
dormía su invisible cadáver.
Francisco Pérez Perdomo.
inquietud allí comenzó
a tomarlo por asalto.
En varias direcciones,
febriles iban y venían sus miradas.
Subía y bajaba la cabeza, expectante.
Era como si esperara alguna cosa
que iba a desaparecer entre los aires.
No se sabe.
Un algo fatal e inevitable
Una cosa obstinada y obsesiva.
Allí esperaba. Fuera de sí esperaba.
La atmósfera se hacía sofocante.
Desvariaba.
Delante de sus ojos
desfilaban rostros sin nombre,
figuras torturadas.
Se estrechaban las paredes de su cuarto.
Se cerraban contra él.
Lo reducían hasta casi desaparecerlo.
Los techos también comenzaban a bajar.
Amenazantes.
Bajaban hasta el centro del suelo.
Lo aplanaban.
Ya nada quedaba de su vida.
Era su propia nada.
En su grieta irrisoria,
ovillado,
dormía su invisible cadáver.
Francisco Pérez Perdomo.
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